Alejandro Magno
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Crisis del Siglo IV a.c
El Mundo Griego empezó el siglo IV a. C. bajo hegemonía espartana, pero estaba claro desde el principio que era débil. Una crisis demográfica privó a Esparta de parte de su población, y para 395 a. C. Atenas, Argos, Tebas y Corinto sentían que podían desafiar el dominio espartano, resultando en la Guerra de Corinto (395-387 a. C.).
Su hijo Alejandro, que habia sido encomendado a Aristóteles en su formación intelectual y contaba con gran experiencia militar, es quien logra heredar su poder.
El Imperio de Alejandro
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Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Y enseguida -en el 334- lanzó a su ejército contra el poderoso y extenso Imperio Persa, continuando así la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos -bajo el liderazgo de Macedonia- contra los persas. Alejandro derrotó a Darío III de Persia en la Batalla de Gaugamela y desmanteló completamente la dinastía aqueménida, anexionándola a Macedonia y ganándose el epíteto de «Magno».
Con la conquista del Imperio Persa, Alejandro descubrió el grado de civilización de los orientales, a los que antes había tenido por bárbaros. Concibió entonces la idea de unificar a los griegos con los persas en un único imperio en el que convivieran bajo una cultura de síntesis (año 324). Para ello integró un gran contingente de soldados persas en su ejército, organizó en Susa la «boda de Oriente con Occidente» (matrimonio simultáneo de miles de macedonios con mujeres persas) y él mismo se casó con dos princesas orientales: una princesa de Sogdiana y la hija de Darío III.
Muerte de Alejandro 323 a.c
La temprana muerte de Alejandro a los 33 años, víctima del paludismo, le impidió consolidar el imperio que había creado y relanzar sus conquistas. El imperio no sobrevivió a la muerte de su creador. Se desencadenaron luchas sucesorias en las que murieron las esposas e hijos de Alejandro, hasta que el imperio quedó repartido entre sus generales (los diádocos): Seleuco, Ptolomeo, Antígono, Lisímaco y Casandro. Los Estados resultantes fueron los llamados reinos helenísticos, que mantuvieron durante los siglos siguientes el ideal de Alejandro de trasladar la cultura griega a Oriente. Pero que fueron víctimas de nuevas guerras por el avance y conquista final del Imperio Romano en el 146 a.c.
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